¿Quién paga más por combatir el cambio climático?
La teoría es muy simple, tenemos que combatir el cambio climático, desde nuestra vecina, pasando por las multinacionales o por nosotros mismos, pero toda acción necesita un aporte económico para poder ser viable y como siempre pasa – la historia de la economía lo atestigua – hay alguien que obtiene un beneficio sustancial a base de endeudar a muchos otros con la excusa de cumplir objetivos.
Esta vez nos fijamos en un informe recientemente publicado por el grupo de Bancos Multilaterales de Desarrollo (BMD) que, aunque todos practican el desarrollo sustentable, el combate contra el cambio climático y sus bondades por ser más verdes. La realidad es que el «Money» no tiene amigos, y menos, si lo dejamos.
Del informe podemos extraer que el pasado año las finanzas aumentaron un 28% con respecto al año anterior. Los bancos mundiales aportaron 35.200 millones de dólares para la financiación de la lucha contra el cambio climático. Un récord! que si sumamos los últimos siete años, ya se han comprometido casi 194.000 millones de dólares.
Según el informe, el financiamiento para el cambio climático se divide en dos vertientes. Los 27.900 millones de dólares, es decir, el 79% del total de 2017, se destinaron a proyectos de mitigación del cambio climático destinados a reducir las emisiones nocivas y frenar el calentamiento del planeta en países del todo el mundo, sean para países en desarrollados o no.
Y el 21% restante, o sea 7.400 millones de dólares, a financiación directa para los países emergentes y en desarrollo, invirtiendo en proyectos de adaptación al clima que ayudan a las economías a hacer frente a los efectos del cambio climático, como los niveles inusuales de lluvia, el empeoramiento de las sequías y los fenómenos meteorológicos extremos.
En teoría, hasta aquí… Vamos bien! Pero en realidad tropezamos con una gráfica que no nos gusta tanto…
Cuando se pronuncian con un «81% Investment loan», en realidad quieren decir que un 81% del aporte económico que se practicó en 2017 es relativo préstamos de inversión. Vamos, que hay que devolver el dinero – esto lo damos por sentado – y seguro que lo quieren recuperar con creces, pero… ¿A quiénes se les ha concedido más dinero?
Si observamos un poco, podemos identificar que los países en desarrollo o regiones que económicamente sufren convulsiones, son los que más recibirán financiación pero a la vez, son los que más se endeudaran.
«Los países en desarrollo y regiones económicamente inestables, son los que más financiación recibirán y a la vez, son los que más se endeudaran»
Bueno vale!… ¿Y qué pasa con los años anteriores? Porque igual no se concedieron un porcentaje tan alto de préstamos ni tanto dinero a los países en desarrollo. Os dejamos los valores del año 2016 y 2015:
En grosso modo y con una estimación media, podríamos decir que un 75% de la financiación contra la lucha del cambio climático son préstamos.
Si hacemos algunos cálculos más y con referencia al total aportado (194.000 Millones de dólares) aplicando ese 75% de media, tendremos una deuda aproximada de 145.000 Millones de dólares qué evidentemente alguien tendrá que devolver, perfectamente entendible, pero con intereses!… Y todo apunta que pagarán más, los más débiles.
Aquí deberíamos de repasar la propuesta de la Economía Azul de Gunter Pauli.
Según John Roome, director principal del World Bank… «Los bancos multilaterales de desarrollo están desempeñando un papel clave en la movilización de la financiación del sector privado, que será fundamental para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París».
Recordando que como parte del Acuerdo de París, se instó a los países desarrollados a aumentar su nivel de apoyo con una hoja de ruta concreta para alcanzar el objetivo de movilizar 100.000 millones de dólares al año en financiación para el clima de aquí a 2020 para la acción contra el cambio climático en los países en desarrollo.
Desde luego, no somos economistas y todo el mundo puede estar de acuerdo en que necesitamos tomar medidas contra el cambio climático, pero nos da la sensación que van a pagar los de siempre, los más débiles, los países en desarrollo.
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